sábado, 22 de agosto de 2009

Con ligera obsesión
Para Rogelio

Esa noche te vi en la puerta vestido de blanco. Aún recuerdo tu olor posional, tu olor a suave detergente, a hundido en cubeta de plástico. Te vi con playera blanca y pensé que te veías bien. Te veías claro y ligerito. Te veías más alejado de mí que nunca otra vez. Pasé derecho y ni siquiera te miré a los ojos. Esa noche te vi alejarte con una muchacha morena, morena como las que te llevas por ese otro paso a Copilco, como las que no llegas ni siquiera a amar. La llevabas del cuello, como llevas a las que quieres sólo por un rato; morenas de una noche, morenas que sólo besas. A las de cara amarilla las amas o las desprecias, como me despreciaste a mí. Por eso creo que las mujeres negras son las más hermosas: jamás llegarías a llevarte a una de ellas por el pasillo que lleva al metro, son muy carne, muy alma y belleza para alguien como tú, para alguien que besa con labios gruesos, con aliento a café y cientos, cientos de desvelos amargos...

sábado, 22 de noviembre de 2008

Ni ingenua, ni paloma, ni muñequita de azotea

Ni te esperaste, vida mía, a que se fuera el olor

Quizá si me hubieras encontrado sin olor a cilantro, mi Hércules periférico; quizá, al final de todo, me hubieras mordido todo el cuerpo. Pero resulta que el olor era ya algo insoportable; terriblemente fuera de lo que se puede aguantar. Cuando corrí como loca a abrir las ventanas, tú ya te habías ido; nada más quedaron marcadas tus huellas en el suelo recién trapeado; ya no supe si fue el suelo lo que olía a cloro, o mi deseo reprimido, mis ganas de saltarte encima y ensuciarte la ropa con mis aguas, con mi boca. A veces tu pecho olía a cloro, a trastes. Entonces a mí me daban unas ganas inmensas de tallar y tallar: de tallarte, de sacarte espuma y luego secarte con mis manos; absorber toda esa agua que salía de tu cuerpo, que escurría por tus piernas como el chorro de dos largas cascadas que se extendían en la cama; a veces te bajabas escurriendo aún, como el portador de una gran llave que nunca cesa de gotear, como un traste todavía húmedo. Cuando regresabas eras ya una olla de barro; eras tieso, duro; pero tu cuerpo se sentía aún tan caliente, como una piedra que está mucho tiempo bajo el sol; así de chiquito te podía sentir entre mis manos, como una bola de cal, como una piedra caliente. Pero esta vez no te quisiste quedar; esta vez se me olvidó cocinar sin cilantro; se me olvidaba que no te gusta el cilantro, Leandro; se me olvidaba que no te gusta que cocine por las noches porque el olor de la comida se me pega en la falda, en mi espalda, se enrosca como dos serpientitas moradas en mis pezones; sobre todo en mis pezones, Leandro, donde tanto te gustaba meter las narices. Espero que pronto quieras regresar; ya te diré entonces que ya no huelo a cilantro, mi Leandro; ya puse unos inciensos que huelen a canela; ya abrí la puerta y todas las ventanas. Aquí te espero agachadita, recargada en la pared...

miércoles, 16 de julio de 2008

Preciosuras

A mis siempre amados bisabuelos y eternos amantes, Don José Paz y Doña Socorro

Si me vieras, viejo tonto,
si me vieras crecida entre las tunas,
con sed, mi vida, de ser tus primaveras,
de ser, triste blanquecino, el cauce de tu espalda.
Si notaras cómo crezco entre las flores,
si los grillos te hablaran y dijeran bajito
cómo amarme en verde en días de lluvia,
cómo amar en pasto,
de a poquito.

Si mis senos, cactus raros, supieran soñar,
soñarían conmigo en medio del maizal,
y tú y yo mojados, hombre de mis rosas,
mojados todos con la pura eternidad,
con la pura necedad de ser el viento,
y desgarrarnos ropa y cuero
solos con el aire,
solos en medio del maizal.

De tus ojos, ojos tierra, nace un firmamento,
uno más lejos que lo lejos de tu pecho,
uno seco, uno tierra. Uno amante, y otro espera.
De tus labios, labios negros, nazco yo aún más bella,
en tus ríos,
en tus piedras
entre ríos de piedra.

En las fuentes viejas se llora como muerta
en ti, amor, los muertos no sollozan,
en ti, los muertos, apenas y se acuerdan que tienen que llorar.
Yo ni muerta y sin memoria
me anochezco en ti como si fuera otra,
como si fuera nube,
como si fuera ciega.

Mírame de lejos,
con mi cara de árbol,
con vestido nuevo,
con zapatos bajos y boquita abierta.
Mírame encantado
con dulzor amargo de saberme viva
de saberme entera
de saber, sin ti, mi vida no sería,
de encontrarme virgen después de la marea.
Vuela, sol de mi cielo, sin prisa en mis rebozos,
alas de cuero,
pies de madera.

No hay espacio en blanco entre mis piernas.

K. G

domingo, 11 de mayo de 2008

DE MIS FALDAS

A mi prostituta (fragmentos)


A Daniel A. Trejo, que escribe delicioso
I

Tus cinturas coloreadas, mujer,
de cuatro vientos
no mendigan miradas constipadas
por el frío
por el ardor en la sangre de ver moverte entre aguas
negras

tus cejas,
tu espalda,
recta y fina como eres

oscura,
distante entre un punto y un ombligo hecho de cuerda.

II

Tambaleante mujer,
binaria de lunares,
binaria de pezones.

De amante estrepitosa te sueñan las palomas,
de amante silenciosa te sueño, mujer,
te sueño mal herida por mi boca,
nunca muerta, siempre viva,
mirando la luna
como una perra loca,
como una extinta luna que quiere ser tu perra.

Karen Galicia



POEMA ESCRITO POR UNA COBIJA


¡No me descosas María!,
que tengo frío en mis dedos.

Sé que no me oyes,
por más que cante
y roce el lino de tus sé
nos otros.
Sé entonces lo que sueñas,
mira, ingrata
que la noche es negra,
que la espuma es blanca
cuando el mar la llora.

Duerme luego
con dulces tus cabellos,
no me dejes tendida
entre blancas, las sábanas que celan tus besos.
¡No me guardes, oh, María!,
que pronto llegará el invierno.


La cobija

K.G




Versos de un cantinero a su sirvienta

Espero tus trenzas
crezcan hoy más que la luna
para cubrir los pezones
se pintan en mis brazos
cuando estás desnuda.

Hoy no prepares café, Eugenia,
prepara la cama
y cuélgate el mandil,
me gusta verte en él
cuando traigo
harina entre mis dientes.

RAÍCES MOJADAS

Los abismos de una vieja



O me miras, miras dentro
O me dices, viejo triste, lo que gritas cuando duermes.
O te callas
O no gritas
O no mueves
O no mueres
O no muerdes, viejo triste, ¡o no mueres!

O me abrazas,
O es el viento el triste
O eres, viejo, el viento el que me abraza.
O eres mármol
O eres frío
O eres frío del mármol
O mi frío.
°O mi frío de mármol.
O eres muerto
O eres vivo en muerto
O ni vivo
O ni muerto
O ni muerto en vivo
O no vivo
O ni vivo en ti o ni vivo en muerto. En tu muerto.

O es que duermes

O es que lloras
O es que lloras cuando duermes
O es que duermes que te sueñas… y te duermes.
O te vas, viejo, sin mí que se duerme y te sueña que
te sueñas cuando duermes.
O no vienes, o no vengo cuando vienes.
O ni llegas, amor, ni llegas cuando estoy aquí,
desnuda,
sitiada en cuatro patas de madera,
hincada en dos rodillas,
hincada en tus rodillas.

O ni eres
O ni quieres ser lo que tú eres.

Karen Galicia






FOTOGRAFÍAS



Foto uno:

Los senos de las flores
no lucen en blanco y negro:
la sapiencia vegetal
se viste en tonos rojos.

Foto dos:


La gente anciana
no se debe retratar:
los ojos de cristal
se vuelven amarillos.

Foto tres:

Una mujer desnuda
disfrazada de serpiente

Clic
Las escamas combinan con su cabello.

Foto cuatro:

La lluvia espera impaciente
tras una ventana
a que los hombres dejen de hablar.

Foto cinco:

Un puñado de lunares
Ruedan por cierta espalda,
se
c
a
e
n
y se vuelven partículas del viento.
Ya forman parte de un otoño sin sabor.



Foto seis:

Tres pezones atados
a un arrecife.
Debemos resaltar la tristeza del mar:
¡CLIC!
los barcos siempre se atraviesan


Karen Galicia